ARABA


¡En el nombre de Alah

el clemente,

el misericordioso!





Al principio de la historia, cuando la tierra era lo único en el infinito y no existía otra cosa más que ella, Alah se sentía triste por no tener con quien hablar, en pocas palabras, estaba cansado de estar solo. En un momento de inspiración, uno de esos tan recurrentes en él, decidió crear la vida, pero como no tenía experiencia en eso, sus primeros intentos fueron malos, en el primero, creó varios seres multiformes de muchos colores, pero ninguno de ellos pudo hablar, y en un arranque de ira los arrojo al lago que brotaba de sus pies, de ahí nacieron los peces y demás peces acuáticos.



Así, en su segundo intento, decidió crear a otros seres vivientes, las formas que tomaban eran también muy variadas, los colores muy llamativos, siendo más vivaces que los primeros, los sonidos que emitan eran embriagadores, pero ninguno de ellos lograba hablar. Su tristeza no desapareció y por el contrario, se incrementó, y en otro arranque de enojo lanzó a los seres vivientes por el encima de su cabeza, por lo que ahora pueblan principalmente los cielos, en este nuevo intento logró tener seres vivientes más cercanos que le cantaban al oído y que sin mojarse los pies los podía tocar, pero ni aún con ellos podía hablar, se la pasaba cuidándolos paternalmente, sin establecer una relación de humanidad y esto lo volvió a frustrar.



Por lo que una vez más experimentó con otros seres vivientes, en este intento creó la vida terrestre, pero de igual manera, no podía dialogar con ellos, era su tercer fracaso. En ese intento creó seres tan terribles como los grifos, los insaciables cancerberos, uno que otro sagitario de grandes garras, unas harpías con picos capaces de destrozar cualquier animal, dragones y otras creaturas horripilantes que serían retomados por otras culturas milenarias. En este intento también creó a los misteriosos efrits de amplios ropajes y llamativos colores, que habitan entre lo terrestre y lo celeste, con capacidades devastadoras cuando se lo proponen y bienaventurados cuando velan los sueños de la eternidad. Los efrits sólo temen una cosa y es la cólera de Alah, por lo que siempre le contestan: escucho y obedezco.



Pero regresando con la formación humana, tan enojado estaba Alah cuando una nueva idea nació en él, sí era el único con la capacidad de hablar en todo el infinito, lo que tenía que hacer era crear un ser igual a él, pero esta idea lo estremeció, porque en un universo donde hubiera varios seres como dioses sería el caos, la envidia y la lucha por el poder no terminaría jamás. Un ser creado por él a la larga lo desplazaría. Debería crear los medios para que no fuera igual, y entonces meditó sobre la muerte. Ese ser viviente debería morir para que no fuera igual, sino semejante. Pero se generaría otro problema, sí moría su creación en algún tiempo, se volvería a quedar solo, y así les dio la capacidad reproductiva.



Hizo su primer intento con el mismo polvo de la tierra, le dio forma y en eso estaba cuando decido darle necesidades para poder controlarlo todavía más. Alah no tenía noción del tiempo, porque siempre estaba en vigilia, decidiendo así, darle sueño a su creación. Pensó también que sí se reproducían los seres vivientes sin ningún control sería un caos, creó así el hambre. Los seres vivientes se tendrían que alimentar a base de otros seres vivos y sí esto no fuera suficiente los controlaría con las enfermedades.



De repente tuvo otra idea, el alimento se auto genera dado que se reproduce la vida y ésta, en general se desplaza a lo largo de tierra, ocasionando menor control sobre los seres vivientes. Así recordó el líquido que brotaba de sus pies. Les crearía la necesidad de ingerir ese líquido a todos los seres vivientes, y por lo tanto, sólo les daría un lago donde conviviera toda la vida y así poderlos controlar fácilmente. Así creó un precioso lago de agua fresca y cristalina que se encontraba en una región apartada de la primera villa fundada.



Alah creó entonces varios seres humanos hasta que pobló parte de la tierra, los había hecho con varias necesidades, los respetaba, los amaba, pero más que nada logró hablar con ellos, aunque a la larga los humanos se hicieron sordos a la vida y al Dios Alah.



Cuando vio por fin su trabajo terminado, se enorgulleció de sí mismo. Dejarlos solos frente a los demás seres vivos significaría su exterminio, por lo que decidió darles inteligencia para que se pudieran defender y poder dominar sobre todos los demás, porque era su felicidad eso que finalmente había creado.



Así pasaron los años, la villa se pobló y los hombres vivían felizmente, salvo por la penosa dotación de agua que les había dado Alah. El lago era peligroso para el hombre, como ya había dicho anteriormente, porque otros animales carnívoros iban a beber agua y de paso los devoraban satisfaciendo sus necesidades de comida. Esto se lo comunicaron al Dios Alah.



Él respondió-, les he dado sólo un lago para que se organicen todos los hombres, y haya solidaridad entre ustedes para que puedan vivir, además los he dotado de inteligencia para que controlen a los demás seres vivos. Tienen la capacidad de pensar, por eso ustedes mismos deben solucionar sus problemas.



Con esa respuesta, los hombres citaron a junta para discutir el problema, el lago se encontraba a las afueras del pueblo, aproximadamente a 20 kilómetros, para llegar él se tenía que bordear la colina de tres picos de oro, la cual tenía un piso muy escabroso y de muy difícil transito. Eran continuas las visitas de las harpías de grandes garras, de las quimeras de dos cabezas, del grifo de extraña apariencia o del pan de tres cabezas que tenía su cubil debajo del camino.



Los jóvenes mancebos se reunieron en la explanada del palacio, que fue construido para rendir culto a Alah, lo adornaron de oropel y pedrería preciosa, de gran arquitectura que reposaba en el trabajo de todos.



La discusión derivo, en que aquel que fuera capaz de suministrar de agua suficiente para todos, tendría los favores del pueblo y sería bien visto a los ojos de Alah. Muchos se arriesgaron y murieron en el intento, los más sabios idearon formas técnicas para matar a las bestias que merodeaban el lago. Otros trataron de entubarla desde el lago a la villa, en este intento murieron muchos jóvenes construyendo la obra hidráulica, cuando al fin pudieron construir los ductos, las bestias se las arreglan para destruirlos.



Al ver esto, los efrits, en especial Sakhar, se preocupó de lo que sucedía, era el que más cerca estaba de Alah y de su creación. Optó por regalarles a los humanos hermosos pegasos, que miles de años después serían visto por los griegos, para que transportaran a los jóvenes y las alforjas con agua, pero la transportación era físicamente agotadora. El agua escaseaba aún con los intentos de la población en general. En esos intentos buscaron sucedáneos del vital líquido, pero estos resultaban más costos y de menor calidad, insuficientes para cubrir la necesidad básica.



Al saber Alah que Sakhar ayudaba a los hombres en su aflicción, se enojo que hasta retumbó el cielo, le llamó a su presencia. El efrit trató de congraciarse con Él, le prodigaba zalamerías para apaciguar la cólera del Omnipotente, pero de todas formas lo castigó de manera similar como hizo Zeus con Prometeo cuando robo el fuego. Lo ató de la montaña más alta para ser devorado por cuanta bestia lo quisiera, pero como se auto generaba, no moriría nunca y con ello sus aflicciones serían eternas.



En la aldea existía un viejo de nombre Araba, este viejo de aspecto singular, poco común a la mayoría de los aldeanos, resultaba muy avaro y por tal motivo contaba con una regular fortuna, la cual había ido atesorando a través de su vida. Araba debido a su avanzada edad no podía ir en busca de agua con cierta regularidad como antaño, porque era asistido para caminar por un mal logrado eunuco, que había perdido sus genitales cuando una arpía lo perseguía. Además de Cheitan, que así se llamaba el eunuco, vivía con él la pequeña Kala.



En cierta ocasión, cuando Araba era joven, asistió personalmente al zoco por su dotación de agua, pero en el trayecto se topó con el séquito del jeique Soleiman Toda la muchedumbre iba montada en caballos, que al escuchar el estruendo del mercado se pusieron nerviosos y se desbocaron, provocando terror entre la concurrencia. El revuelo ocasionado por los potros provocó que la concurrencia corriera en varias direcciones originando accidentes y uno de ellos lo sufrió Araba, la gente lo tiró al suelo en el afán de escapar, lo pisotearon y golpearon, por lo que ahora le causaba miedo en extremo la visita al zoco.



Pero en una de esas raras veces que se dan en la vida, volvió al mercado, las primeras impresiones que recibió fue que estaban tres kadis resolviendo varios asuntos comerciales que a diario se dan por las prácticas naturales del intercambio. El primero atendía a un joven llamado Yunán, que decía que las babuchas que le había vendido el viejo Assef, eran de ínfima calidad, lo que el zapatero contestaba, que no era cierto y que Alah era fiador de sus palabras; el segundo kadi atendía a un nawab que gritaba que los alfanjes no tenían filo, y el tercero, atendía a una encantadora joven de una hermosura inmaculada llamada Kamala de largas pestañas, esbelta de talle, de manos blancas y pies pequeños, con una voz, que le parecía a Araba llena de dulzura, que contrastaba con el enojo que sentía en su alma el viejo enjuto, la beldad había ido al zoco por las vituallas frescas y silvestres, pero un comerciante abominable le había vendido unas que tenían un hedor nauseabundo que anunciaba su descomposición.



Araba se detuvo en casa del destilador y comerciante Hammam, donde compró varias clases de aguas; de rosas, de azahar, de menta aromatizada, de violetas y muchas más, y junto a esas bebidas embriagadoras, un hisopo para aspersiones de agua de rosas almizclada, granos de incienso macho, palo de áloe, ámbar gris y almizcle. Estas compras contrastaban con su avaricia normal, quizá por eso su mal humor.



Esperando para que fueran atendidos estaban otros jóvenes y ancianos que susurraban entre ellos que el almizcle no tenía una fragancia seductora, que el arnal de la carne era menor al pedido, en fin, un sinnúmero de transacciones comerciales entre compradores y vendedores. En el rincón más profundo de la habitación estaba la frutería con espuertas llenas de manzanas de los confines del bosque, membrillos osmaní, melocotones, jazmines, nenúfares, cohombros, limones, cidras, bayas de mirto, flores de henné, anémonas color de sangre, violetas, flores de granado y narcisos.



Después de realizar sus compras y acompañado de su eunuco, que cargaba la espuerta con lo adquirido, oyó justo al pasar frente a un puesto de vendedores de jarrones de agua alguien gritaba sonoramente.



-Jarrones que producen agua.-



Era el efrit Malí, transformado en mercader que repetía constantemente la frase para llamar la atención. Jarrones que producen agua –repetía con su voz sonora y melodiosa capaz de encantar a cualquier ser vivo. Usaba la treta de las sirenas que encantaban a Odiseo, cuando regresaba a casa. Tan sólo por 7 monedas de oro se podrá llevar a su casa este inmejorable jarrón.



Malí había caído de la gracia de Alah, porque había tratado de engañar a los hombres diciéndoles que él era capaz darles vida eterna como la de él. Si bien es cierto que el efrit podía dar el don de la vida eterna, lo es tan bien que esta sólo se podría dar a una sola determinada forma viviente, que no era precisamente el ser humano. Resentido ideó la manera de fastidiar a la humanidad por lo que ideó lo del jarrón.



Araba seducido por la oferta, se acerco al puesto del mercader, con cierta curiosidad encaró a Malí.



-Es cierto lo que dices, que del jarrón siempre brota agua que nunca se acaba-.



El comerciante que disfrazaba al efrit contestó:



-Este jarrón es único en el mundo, solo te costará 7 monedas y te ahorrarás todos tus viajes al lago.



Araba no comprendía como era posible que de un objeto pudiera salir agua eterna e incesantemente, pero su necesidad del agua y sobre todo su personalidad avara lo decidió.



Imaginó la cantidad de dinero que ahorraría, el poder del que gozaría, del prestigio que traería consigo tal objeto, todas estas imágenes cruzaron momentáneamente por su cabeza. Una risa de viejo avaro se dibujo en su rostro demacrado por los años.



Durante todo este tiempo, nunca se dio cuenta de que él era el único que estaba en aquel misterioso puesto.



Aún cuando regateó lo más que pudo, dada su naturaleza, y el efrit más que venderlo deseaba regalárselo, se lo dio por fin en 3 monedas de oro, que con el tiempo se llamarían dinares.



El efrit tenía un afán, que se llevará el jarrón para causar calamidades, tanto al viejo avaro como al resto de la humanidad.



Araba llevó el jarrón a su casa, le quito el corcho que tenía la boquilla, enseguida vertió el contenido en el vaso y lo bebió con cierta ansia. El agua era tan fresca como la del manantial.



Pasaron varias semanas y del jarrón siempre salía agua. Todo iba bien hasta que sus vecinos se dieron cuenta de que Araba no pedía a los jóvenes que le trajeran su dotación normal de aquel vital líquido extraído del manantial, por lo que intrigados se pusieron a vigilar a su vecino. Meidán después de varios días de observar la casa, se dio cuenta de lo que ocurría, Kala le servía a su señor agua del mismo jarrón todos los días sin que se vaciará. Visto lo anterior, difundió la noticia entre sus vecinos. Las multitudes se arremolinaban a la salida de la casa del viejo para cerciorarse del milagro que presumían existía.



Como suele suceder en muchos casos, la muchedumbre intentó quitarle el mentado jarrón al viejo, que ante la imposibilidad de defenderlo, se lo dio a Cheitán para que lo pusiera a salvo, pero la gente lo mató a golpes cuando se negó a entregarlo. Una vez que lo tuvieron entre sus manos, la envidia los poseyó totalmente. Se lo arrebataron y en un descuido rodó por el suelo, saliendo disparado el corcho y el agua, ambos con una fuerza tal, que inmediatamente se inundó la casa del viejo que murió ahogado. Horas más tarde todo el pueblo corrió con la misma suerte, pero como el agua seguía saliendo, formó primero un gran río, luego otro lago y mas tarde el mar. Muchos seres humanos lograron salvarse de morir por subirse a la montaña de tres picos.



Al ver esto Alah, mandó a uno de sus genios para que sacará de la tierra aquel jarrón que había sido roto. Al pasar por la atmósfera terrestre, el agua dejo de salir y en cambio brotó el universo, y es así como en alguna parte de la vía láctea todavía existe aquel jarrón de donde continúan saliendo planetas, soles, estrellas, hoyos negros y demás entes... Por eso el universo no tiene fin.





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